Hoy en día estamos más que acostumbrados a consumir patatas, pero los comienzos de este tubérculo en Europa no fueron fáciles. Dependiendo de la zona, se creía que la patata era venenosa, que causaba epidemias, que era una malformación de otros cultivos, o que era un alimento del diablo (en algunos países, todo eso a la vez). Por eso, muchos monarcas tuvieron muchas dificultades para convencer a los campesinos de que su cultivo era necesario y su consumo saludable.
Uno de los que más lucharon por la implantación de la patata fue Federico II de Prusia, más conocido como Federico el Grande. Durante una hambruna, envió cargamentos de patata por todo el país para hacer ver las ventajas de este nuevo alimento, pero los campesinos se mostraron reacios; como aún sabían muy poco de esta planta, temían que una mala cosecha acabase con ellos. Harto del rechazo, el rey hizo obligatorio su consumo en 1756, amenazando con cortar la nariz y las orejas, e incluso con la muerte, al que se negara a comerlas. Aun así, la gente seguía negándose.
El método que utilizó al final fue bastante curioso:
Hizo plantar patatas en su propio jardín y puso a un buen número de guardias a vigilar el cultivo día y noche. Cuando había conseguido llamar la atención de todo el mundo, comenzó a retirar a los guarias por la noche, así que la gente empezó a colarse en el jardín, para ver qué era lo que el rey protegía con tanto celo durante el día. Cuando vieron que allí sólo había patatas, pensaron que si el rey las tenía en su propio jardín debían ser algo bueno, y empezaron a llevárselas para plantarlas ellos mismos.
Aún hoy, 250 años después, Federico el Grande sigue siendo conocido como el rey de la patata, y la gente acostumbra a depositar patatas sobre su tumba en lugar de flores.